Al final de una buena comilona siempre hay alguien que lanza ritualmente este mantra: mañana sin falta me pongo a dieta. A continuación el glotón de turno, que acaba de zamparse un codillo o una fabada, en señal de arrepentimiento, pide el café con sacarina. En las copiosas y pesadas sobremesas se suele hablar mucho de dietas. Cada comensal aporta la suya: la de semillas de calabaza, la del melocotón, la del astronauta. Ante el firme propósito de adelgazar, alguien decide comer de todo y ayunar por completo un día a la semana, otro piensa en hacerse vegetariano. Estar gordo o flaco es solo cuestión de metabolismo, sentencia el sabiondo. En medio de la discusión dietética hay un punto de acuerdo: el único enemigo es la grasa del colesterol malo.
Casi nadie esta contento con su peso, pero el perder peso tiene que estar ligado a querer mantener una buena salud. Por tanto todas estas dietas que comienzan muy fuerte los primeros meses y que luego se abandonan no sirven de nada.
La clave de una buena dieta es comer sano y saberlo combinar con actividad física durante todo el año. No sirve de nada llevar una vida sedentaria aunque hagas dieta.
No es aconsejable fiarse de las dietas de internet ni dietas que un amigo te recomiende.Cada uno tiene un peso, una altura y una edad. Lo mejor es ir a un especialista en nutrición que te haga una dieta personalizada. Y recuerda
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